15 de Febrero, 2022 | Capítulo 13
Por Marcelo Nieto
La gravitación del Fogón de los Arrieros en la gesta escultórica resistenciana es por todos validada. En 1961, da inicio al ambicioso plan de embellecimiento de Resistencia consistente en enjardinar y plantar esculturas en el espacio urbano. Con Aldo Boglietti, fueron un centenar de esculturas y murales emplazados. De esta sustanciosa contundente, nacía la ciudad de las esculturas.
A la muerte de Aldo toma la posta su hermano Efraín quien a través de la Comisión para la Promoción Artística de Resistencia –COPROAR- que tuvo protagonismo entre 1977 y 1991, continuó “la siembra”. Tras su muerte la antorcha pasa a la Fundación Urunday desde fines de 1989 a nuestros días. Las obras emplazadas actualmente, son fruto de los concursos escultóricos coorganizados por la FU y el Gobierno del Chaco, que cuentan con el patrocinio de la Unesco y la aspiración de convertir a Resistencia en Patrimonio de la Humanidad.
Cerca de 700 esculturas jalonan el espacio público. Si el arte es entendido como un disfrute y reflexión espiritual, la calidad de la obra ahondará los sentidos y la cantidad multiplicará la experiencia. Ambos estándares cumplen el museo al aire libre de Resistencia, con su variedad caleidoscópica y sus prestigiosas firmas.
El modernista edificio del Fogón de los Arrieros, el “nuevo Fogón” de Brown 350 nace en 1953 y comienza a abarrotarse de arte. En el año 1961, en una necesaria expansión, la casa del arte arranca con su plan de embellecimiento de la ciudad a través de la invitación a los vecinos a hermosear los parterres de sus veredas, paso preliminar al emplazamiento de obras de arte.
Para esta segunda parte del plan, tuvieron lugar principal el crítico de arte Cayetano Córdova Iturburu, un espontáneo difusor y alentador de la movida cultural resistenciana desde Buenos Aires -quien utilizó por primera vez el concepto de “museo al aire libre”- y los artistas Rodrigo Bonome y Víctor Marchese, encargados de contactarse con los escultores nacionales y seleccionar las piezas.
Cabeza del Poeta Gaspar Benavento, por Crisanto Domínguez. Busto realizado en bronce, ubicado en Brown 350
El 14 de julio de 1961 fue la fecha basal. Por la noche se realizó una maratón de inauguraciones, las seis primeras esculturas: Figura abstracta de Víctor Marchese, busto del poeta Gaspar Benavento realizado por Crisanto Domínguez, Torso de granito esculpido por José Alonso, Figura de mujer de Vicente Puig, la cabeza de Aldo Moro, por Víctor Marchese, y un busto en bronce del general San Martín.
Sólo un par de años tuvo vida esta avanzada de embellecimiento de la ciudad ya que surgieron escollos que casi echan por tierra el proyecto: desde la misma gente inadaptada que destruía los jardines e incluso las esculturas, animales sueltos como los caballos que pisoteaban los jardines y comían las plantas, los propios vecinos involucrados que tras un empuje inicial fueron perdiendo el interés y la constancia del cuidado, la mengua en los aportes de empresas y particulares para financiar las obras.
Torso, por José Alonso. Escultura en piedra reconstituida,ubicada en Brown 134.
El municipio –actor necesario- participó en un principio del proyecto, aportando mano de obra de obreros a los vecinos que lo solicitasen, para el arreglo y preparación de tierra de las banquinas, así como el efímero premio en el Día de la Primavera a la vereda mejor cuidada. Pero no todo continuaría del color de las rosas…
Las discrepancias del Fogón con el municipio llegan a su punto álgido, y se hacen evidentes a través de cartas críticas e irónicas que desnudaron la distancia mental.
Gutiérrez Viñuales y Giordano en una cuidada investigación (El Fogón de los Arrieros y el plan de embellecimiento de Resistencia durante la década del sesenta), dan cuenta de este cortocircuito con varios ejemplos de cartas de lectores en los diarios de aquellos días. Elegimos de ese minucioso trabajo, una de varias de las declaraciones del concejal Raúl Joaquín Dalla Fontana en el diario El Territorio:
“En lo referente al valor del impresionante conjunto de piezas escultóricas colocadas en Resistencia, podría decirse con justicia que muchas de ellas encierran escaso valor artístico resultando de dudoso gusto, inadecuadas para la concreción de una verdadera obra de educación artística popular”.
De inmediato, en una carta abierta Aldo Boglietti contestaba:
“En lo referente a las obras emplazadas en lugares públicos de Resistencia las mismas han sido seleccionadas por tres críticos de arte: Jorge Romero Brest, C. Córdova Iturburu y Rodrigo Bonome. Se comprende que entre la opinión de estas personas y la del señor concejal sobre la calidad artística de las piezas escultóricas, deba atenerme a la primera”.
Expresaba también Dalla Fontana:
“Puedo repetir la opinión del desaparecido (Carlos) Schenone, quien refiriéndose a la estatua de bronce ubicada en la av. Alberdi y J. A. Roca manifestó que se trataba de una réplica fracasada y defectuosa”.
Respondía Boglietti:
“La obra emplazada en Avenida Alberdi y Julio A. Roca, Mediodía, de Nicolás Antonio de San Luis, es el original, no una réplica. Primer Premio en el Salón Nacional de Bellas Artes, año 1938. La supuesta opinión de Carlos Schenone, amigo que fuera de San Luis y que muchas veces elogiara con nosotros esta obra admirable, no puede ser invocada después del fallecimiento de Schenone, camarada entrañable del Fogón”.
Hoy es natural, bienvenida y acompañada cada nueva obra que se emplaza. Pero no siempre fue así. Bien lo dice Hilda Torres Varela: “La imaginación y los sueños de Aldo Boglietti no podían limitarse entre paredes, por abiertas que éstas fuesen. Deseaba transformar la ciudad, deseaba que el hombre de la calle aliviase su rutina entre obras hermosas, jardines y esculturas. Y desde 1962 se lanzó a una nueva aventura y a una nueva lucha, más dura que las anteriores: contra la apatía, contra la burocracia y hasta contra la alarma de los eternos cautos que llegaron a alertar ante el peligro de su “locura”. Y tenían razón en efecto, siempre es locura querer convencer a quienes duermen, de la necesidad de estar despiertos y de permanecer despiertos. Las calles, las plazas, las banquinas de Resistencia se llenaron de verde y de flores, de murales y esculturas. Hoy ya no hace falta abogar por esa obra ni conseguir adeptos. El camino está abierto, todos han comprendido. Otros -con oportuna lucidez- se han encargado de seguirlo”.
Recién en 1968, cuando el Fogón se convierte en Fundación se retoma la campaña de emplazamientos de esculturas con otras series de instalaciones escultóricas, hasta 1977, donde tras la muerte de Aldo Boglietti, su hermano Efraín toma la posta con la creación de una Comisión para la Promoción Artística de Resistencia (COPROAR).
Y cuando parte Efraín al mundo de los inmortales, es la Fundación Urunday que toma el mandato de continuar con la saga de hacer de Resistencia la ciudad de las esculturas, y del arte, un bien de todos.
Contenidos: Virgina Quirelli
Arte: Brian Ariel Dufek
15 de Febrero, 2022 | Capítulo 13
Por Marcelo Nieto
La gravitación del Fogón de los Arrieros en la gesta escultórica resistenciana es por todos validada. En 1961, da inicio al ambicioso plan de embellecimiento de Resistencia consistente en enjardinar y plantar esculturas en el espacio urbano. Con Aldo Boglietti, fueron un centenar de esculturas y murales emplazados. De esta sustanciosa contundente, nacía la ciudad de las esculturas.
A la muerte de Aldo toma la posta su hermano Efraín quien a través de la Comisión para la Promoción Artística de Resistencia –COPROAR- que tuvo protagonismo entre 1977 y 1991, continuó “la siembra”. Tras su muerte la antorcha pasa a la Fundación Urunday desde fines de 1989 a nuestros días. Las obras emplazadas actualmente, son fruto de los concursos escultóricos coorganizados por la FU y el Gobierno del Chaco, que cuentan con el patrocinio de la Unesco y la aspiración de convertir a Resistencia en Patrimonio de la Humanidad.
Cerca de 700 esculturas jalonan el espacio público. Si el arte es entendido como un disfrute y reflexión espiritual, la calidad de la obra ahondará los sentidos y la cantidad multiplicará la experiencia. Ambos estándares cumplen el museo al aire libre de Resistencia, con su variedad caleidoscópica y sus prestigiosas firmas.
El modernista edificio del Fogón de los Arrieros, el “nuevo Fogón” de Brown 350 nace en 1953 y comienza a abarrotarse de arte. En el año 1961, en una necesaria expansión, la casa del arte arranca con su plan de embellecimiento de la ciudad a través de la invitación a los vecinos a hermosear los parterres de sus veredas, paso preliminar al emplazamiento de obras de arte.
Para esta segunda parte del plan, tuvieron lugar principal el crítico de arte Cayetano Córdova Iturburu, un espontáneo difusor y alentador de la movida cultural resistenciana desde Buenos Aires -quien utilizó por primera vez el concepto de “museo al aire libre”- y los artistas Rodrigo Bonome y Víctor Marchese, encargados de contactarse con los escultores nacionales y seleccionar las piezas.
Cabeza del Poeta Gaspar Benavento, por Crisanto Domínguez. Busto realizado en bronce, ubicado en Brown 350
El 14 de julio de 1961 fue la fecha basal. Por la noche se realizó una maratón de inauguraciones, las seis primeras esculturas: Figura abstracta de Víctor Marchese, busto del poeta Gaspar Benavento realizado por Crisanto Domínguez, Torso de granito esculpido por José Alonso, Figura de mujer de Vicente Puig, la cabeza de Aldo Moro, por Víctor Marchese, y un busto en bronce del general San Martín.
Sólo un par de años tuvo vida esta avanzada de embellecimiento de la ciudad ya que surgieron escollos que casi echan por tierra el proyecto: desde la misma gente inadaptada que destruía los jardines e incluso las esculturas, animales sueltos como los caballos que pisoteaban los jardines y comían las plantas, los propios vecinos involucrados que tras un empuje inicial fueron perdiendo el interés y la constancia del cuidado, la mengua en los aportes de empresas y particulares para financiar las obras.
Torso, por José Alonso. Escultura en piedra reconstituida,ubicada en Brown 134.
El municipio –actor necesario- participó en un principio del proyecto, aportando mano de obra de obreros a los vecinos que lo solicitasen, para el arreglo y preparación de tierra de las banquinas, así como el efímero premio en el Día de la Primavera a la vereda mejor cuidada. Pero no todo continuaría del color de las rosas…
Las discrepancias del Fogón con el municipio llegan a su punto álgido, y se hacen evidentes a través de cartas críticas e irónicas que desnudaron la distancia mental.
Gutiérrez Viñuales y Giordano en una cuidada investigación (El Fogón de los Arrieros y el plan de embellecimiento de Resistencia durante la década del sesenta), dan cuenta de este cortocircuito con varios ejemplos de cartas de lectores en los diarios de aquellos días. Elegimos de ese minucioso trabajo, una de varias de las declaraciones del concejal Raúl Joaquín Dalla Fontana en el diario El Territorio:
“En lo referente al valor del impresionante conjunto de piezas escultóricas colocadas en Resistencia, podría decirse con justicia que muchas de ellas encierran escaso valor artístico resultando de dudoso gusto, inadecuadas para la concreción de una verdadera obra de educación artística popular”.
De inmediato, en una carta abierta Aldo Boglietti contestaba:
“En lo referente a las obras emplazadas en lugares públicos de Resistencia las mismas han sido seleccionadas por tres críticos de arte: Jorge Romero Brest, C. Córdova Iturburu y Rodrigo Bonome. Se comprende que entre la opinión de estas personas y la del señor concejal sobre la calidad artística de las piezas escultóricas, deba atenerme a la primera”.
Expresaba también Dalla Fontana:
“Puedo repetir la opinión del desaparecido (Carlos) Schenone, quien refiriéndose a la estatua de bronce ubicada en la av. Alberdi y J. A. Roca manifestó que se trataba de una réplica fracasada y defectuosa”.
Respondía Boglietti:
“La obra emplazada en Avenida Alberdi y Julio A. Roca, Mediodía, de Nicolás Antonio de San Luis, es el original, no una réplica. Primer Premio en el Salón Nacional de Bellas Artes, año 1938. La supuesta opinión de Carlos Schenone, amigo que fuera de San Luis y que muchas veces elogiara con nosotros esta obra admirable, no puede ser invocada después del fallecimiento de Schenone, camarada entrañable del Fogón”.
Hoy es natural, bienvenida y acompañada cada nueva obra que se emplaza. Pero no siempre fue así. Bien lo dice Hilda Torres Varela: “La imaginación y los sueños de Aldo Boglietti no podían limitarse entre paredes, por abiertas que éstas fuesen. Deseaba transformar la ciudad, deseaba que el hombre de la calle aliviase su rutina entre obras hermosas, jardines y esculturas. Y desde 1962 se lanzó a una nueva aventura y a una nueva lucha, más dura que las anteriores: contra la apatía, contra la burocracia y hasta contra la alarma de los eternos cautos que llegaron a alertar ante el peligro de su “locura”. Y tenían razón en efecto, siempre es locura querer convencer a quienes duermen, de la necesidad de estar despiertos y de permanecer despiertos. Las calles, las plazas, las banquinas de Resistencia se llenaron de verde y de flores, de murales y esculturas. Hoy ya no hace falta abogar por esa obra ni conseguir adeptos. El camino está abierto, todos han comprendido. Otros -con oportuna lucidez- se han encargado de seguirlo”.
Recién en 1968, cuando el Fogón se convierte en Fundación se retoma la campaña de emplazamientos de esculturas con otras series de instalaciones escultóricas, hasta 1977, donde tras la muerte de Aldo Boglietti, su hermano Efraín toma la posta con la creación de una Comisión para la Promoción Artística de Resistencia (COPROAR).
Y cuando parte Efraín al mundo de los inmortales, es la Fundación Urunday que toma el mandato de continuar con la saga de hacer de Resistencia la ciudad de las esculturas, y del arte, un bien de todos.
Contenidos: Virgina Quirelli
Arte: Brian Ariel Dufek