Schenone convirtió la madera en indio.

02 de Marzo, 2022 | Capítulo 14

Por Marcelo Nieto

Como les pasó a muchos que migraron al Chaco, Carlos Schenone se impregnó de esta tierra. Pero más que volverse chaqueñero (“que entraña el sentir auténtico del chaco”), más que escribir su página en la historia escultórica, reside su grandeza en haber significado la identidad chaqueña poniendo al indio en el centro de su obra.

 

Cuando esculpió al originario, le concedió la plenitud. Escultor de carácter. Los rasgos tajantes y duros. El indio torvo, el indio indomable, el indio indescifrable aparecen en su escultura.

 

Artista consustanciado de conciencia histórica, talla teniendo por inspiración al indio. Lo pone en valor en tiempos de indiferencia y exclusión, lo esculpe como arquetipo, como ideal de belleza, como esencia de esta tierra.

 

Un día de noviembre de 1907 nació Carlos Humberto en Reconquista. Mozo de 23 años partió del terruño a la aventura. Primero a Paraguay, después a Cote Lai, donde fue capataz en obrajes de La Forestal. En ese tránsito conoció al escultor Stephan Erzia. Y como aquel encuentro con el artista ruso marcó su destino artístico, es conveniente una mirada a Erzia.

 

El ruso ya envuelto en la fama y con Europa a sus pies, llegó a la Argentina en 1928 invitado por el presidente Marcelo T. de Alvear. En Buenos Aires fue asiduo concurrente a las cantinas de las Boca, se lo halló organizando actividades junto al Grupo de Boedo, en amistad fraterna con Benito Quinquela Martin.

 

En lo que hace a sus búsquedas, Erzia buscaba el material ideal para su obra y no podía hallarla. “Es bella como un metal, es fuerte y dulce como el hierro” dijo, cuando conoció la madera chaqueña.

 

Atraído por la fama de sus maderas, en 1936 programó un viaje al Chaco con una carta para Schenone -entonces capataz de la Forestal- en la que un gerente de la empresa maderera le solicitaba que facilite al escultor las piezas de quebracho que requeriría.

 

En esas caminatas por el monte, en esos safaris madereros caminaban los dos; “con mi padre hacían cortar no sólo los nudos de algarrobo sino también troncos de quebracho, urunday y otros, que luego eran despachados a Buenos Aires, en los antiguos vagones de carga del ferrocarril”, cuenta el hijo Rodolfo Schenone.

 

La amistad fue creciente. Erzia lo estimulaba a la creación, ponderaba su talento en el cincel (lo mismo hacía Juan de Dios Mena).

 

El llamado “Rodín ruso” por sus contemporáneos, contagió la escultura a nuestro hombre. Es un gran legado.

 

La primera muestra de arte de Carlos Schenone, animada por los hermanos Boglietti, se expuso al aire libre, en la pérgola de la plaza 25 de mayo, con tanto éxito que fue registrado por el noticiero Sucesos Argentinos.

 

Una beca de la Comisión Nacional de Cultura le llevó a la Escuela de Bellas Artes “Ernesto de la Cárcova” donde intimó con Carlos de la Cárcova, Soto Avendaño y Fioravanti.

 

Afincado en Resistencia, las exposiciones se sucedieron y las distinciones hicieron eco de su valor. Fue designado director organizador del Taller de Arte Regional de la Facultad de Humanidades de la UNNE que se destacó por su nivel de excelencia. Valga señalar el primer plantel docente: Clement Moreau como profesor de dibujo, Jacinto Castillo como profesor de pintura y Grete Stern en documentación fotográfica de la vida de los indígenas y registro de las actividades internas como el taller de alfarería con artesanos qom y del que participaba Raúl Oscar Cerrutti.

 

Schenone utilizó quebracho colorado y blanco, algarrobo, timbó, curupí y guayacán.

Carlos H. Schenone “El Toba” (algarrobo).
Escultura símbolo emplazada en la facultad en 1958.

“El toba”, “Cabeza de indio”, “Cacique”, son soberbias muestras que remiten a la idea de que Schenone convirtió la madera en indio.

 

Cuando el arte tuvo que relevar su tiempo, privilegió la figura del indio. Dejó en cierto que es el príncipe de la tierra.

 

No fue tardía la hora en que el indígena fue modelo del arte. Y Carlos Schenone fue el instrumento incontrastable. En plenitud creativa y juventud, con 55 años murió en Resistencia.

 

Contenidos: Virgina Quirelli

Arte: Brian Ariel Dufek

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Schenone convirtió la madera en indio.

02 de Marzo, 2022 | Capítulo 14

Por Marcelo Nieto

Como les pasó a muchos que migraron al Chaco, Carlos Schenone se impregnó de esta tierra. Pero más que volverse chaqueñero (“que entraña el sentir auténtico del chaco”), más que escribir su página en la historia escultórica, reside su grandeza en haber significado la identidad chaqueña poniendo al indio en el centro de su obra.

 

Cuando esculpió al originario, le concedió la plenitud. Escultor de carácter. Los rasgos tajantes y duros. El indio torvo, el indio indomable, el indio indescifrable aparecen en su escultura.

 

Artista consustanciado de conciencia histórica, talla teniendo por inspiración al indio. Lo pone en valor en tiempos de indiferencia y exclusión, lo esculpe como arquetipo, como ideal de belleza, como esencia de esta tierra.

 

Un día de noviembre de 1907 nació Carlos Humberto en Reconquista. Mozo de 23 años partió del terruño a la aventura. Primero a Paraguay, después a Cote Lai, donde fue capataz en obrajes de La Forestal. En ese tránsito conoció al escultor Stephan Erzia. Y como aquel encuentro con el artista ruso marcó su destino artístico, es conveniente una mirada a Erzia.

 

El ruso ya envuelto en la fama y con Europa a sus pies, llegó a la Argentina en 1928 invitado por el presidente Marcelo T. de Alvear. En Buenos Aires fue asiduo concurrente a las cantinas de las Boca, se lo halló organizando actividades junto al Grupo de Boedo, en amistad fraterna con Benito Quinquela Martin.

 

En lo que hace a sus búsquedas, Erzia buscaba el material ideal para su obra y no podía hallarla. “Es bella como un metal, es fuerte y dulce como el hierro” dijo, cuando conoció la madera chaqueña.

 

Atraído por la fama de sus maderas, en 1936 programó un viaje al Chaco con una carta para Schenone -entonces capataz de la Forestal- en la que un gerente de la empresa maderera le solicitaba que facilite al escultor las piezas de quebracho que requeriría.

 

En esas caminatas por el monte, en esos safaris madereros caminaban los dos; “con mi padre hacían cortar no sólo los nudos de algarrobo sino también troncos de quebracho, urunday y otros, que luego eran despachados a Buenos Aires, en los antiguos vagones de carga del ferrocarril”, cuenta el hijo Rodolfo Schenone.

 

La amistad fue creciente. Erzia lo estimulaba a la creación, ponderaba su talento en el cincel (lo mismo hacía Juan de Dios Mena).

 

El llamado “Rodín ruso” por sus contemporáneos, contagió la escultura a nuestro hombre. Es un gran legado.

 

La primera muestra de arte de Carlos Schenone, animada por los hermanos Boglietti, se expuso al aire libre, en la pérgola de la plaza 25 de mayo, con tanto éxito que fue registrado por el noticiero Sucesos Argentinos.

 

Una beca de la Comisión Nacional de Cultura le llevó a la Escuela de Bellas Artes “Ernesto de la Cárcova” donde intimó con Carlos de la Cárcova, Soto Avendaño y Fioravanti.

 

Afincado en Resistencia, las exposiciones se sucedieron y las distinciones hicieron eco de su valor. Fue designado director organizador del Taller de Arte Regional de la Facultad de Humanidades de la UNNE que se destacó por su nivel de excelencia. Valga señalar el primer plantel docente: Clement Moreau como profesor de dibujo, Jacinto Castillo como profesor de pintura y Grete Stern en documentación fotográfica de la vida de los indígenas y registro de las actividades internas como el taller de alfarería con artesanos qom y del que participaba Raúl Oscar Cerrutti.

 

Schenone utilizó quebracho colorado y blanco, algarrobo, timbó, curupí y guayacán.

Carlos H. Schenone “El Toba” (algarrobo).
Escultura símbolo emplazada en la facultad en 1958.

“El toba”, “Cabeza de indio”, “Cacique”, son soberbias muestras que remiten a la idea de que Schenone convirtió la madera en indio.

 

Cuando el arte tuvo que relevar su tiempo, privilegió la figura del indio. Dejó en cierto que es el príncipe de la tierra.

 

No fue tardía la hora en que el indígena fue modelo del arte. Y Carlos Schenone fue el instrumento incontrastable. En plenitud creativa y juventud, con 55 años murió en Resistencia.

 

Contenidos: Virgina Quirelli

Arte: Brian Ariel Dufek

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