De hombres y obras

24 de Noviembre, 2021 | Capítulo 2

Por Marcelo Nieto

Era una colonia hecha de inmigrantes. Pueblo cantón, poblado en 1878 por labradores y artesanos italianos que cruzaron el océano para desembarcar en un monte abierto por una docena de obrajes y con la presencia asidua de clanes aborígenes vagabundos, sitio próximo a las ruinas de la reducción jesuita San Fernando del Río Negro.

 

La mixtura fue en el génesis, paraguayos y correntinos conchabados en la tala de bosques, indios torvos, e italianos arrojados.

 

Resistencia devino capital del Territorio Nacional del Chaco pero no era más que un poblado precario y polvoriento, donde las primeras generaciones vivían trabajando de sol a sol, sostenidos por el sueño del progreso.

 

¿El arte? Un lujo superfluo, inabordable.

 

Pero hay un día de fiesta en la plaza, mañana radiante de mayo de 1910. La población con sus galas puestas, asiste a la inauguración del monumento al general Dónovan.

 

Fue solventada por contribución popular, lo que deduce que debió haber sido un hombre muy querido para que los pobladores auspiciasen su inmortalidad. Gobernador del Territorio del Chaco por dos mandatos consecutivos se dice de Dónovan que “fue el actor primordial de la evolución del Chaco”.

 

Es el primer monumento emplazado en Resistencia. Suenan las marchas de la banda militar, florecen discursos evocadores, se descorre la tela y aparece la robusta estatua de bronce con pedestal de granito en la plaza, que fuera por primera vez hermoseada durante su gestión progresista.

 

Una década transcurre cuando se emplaza otro gran monumento: La Loba. Nuevamente por iniciativa y costeo de vecinos, esta vez, apellidos de la Asociación Italiana de Socorros Mutuos. El proyecto y la construcción, iniciada en 1920, estuvo a cargo de un proactivo socio de la Asociación, Pedro Fiaccadori.

 

La loba romana -un símbolo nato de fundación, de origen-, viene a reafirmar la llegada de italianos que forjaron la ciudad. Al igual que el monolito inaugurado en 1928 a orillas del río Negro, a la altura de donde desembarcaron los friulanos, al conmemorarse los 50 años del arribo.

 

La estatua de Dónovan, el monumento de la loba y el monolito, celebraban la civilización, en tanto la colosal estatua del indio de Crisanto Domínguez hará justicia con el auténtico “ciudadano” de estas tierras (aunque tuvo vida censurada y efímera).

 

El “Antinoó Toba” como lo epitetó Guido Miranda, fue emplazado en 1938/39 en el parterre de la avenida 9 de Julio al 450. En su desnudez monumental, exponía flagrante sexo. Fue amputado primero sus genitales y al poco tiempo retirado y abandonado en inmediaciones del Lote 200, actual Parque 2 de Febrero donde sobrevivía un cementerio toba, constituyéndose el hecho en la primera censura de una obra de arte.

 

No pueden soslayarse en esta línea de tiempo las placas de bronce realizadas para el basamento del mástil central donde inicia la avenida 9 de Julio. La obra del bonaerense Julio César Vergottini, fue fundida en el taller del inmigrante Aldo Agazzani, expresando en síntesis visual la historia del Chaco hasta ese presente de 1937: indígenas, inmigración, explotación forestal y algodón.

 

Cuando el resistenciano, comienza a cosechar los frutos del trabajo, puede, por primera vez, levantar la vista, mirar la luna llena en la noche tensa de estrellas y escribir un poema; puede en suma, abocarse a los placeres del espíritu. Así es como surge el grupo informal y bohemio “La Peña de los bagres” que dará lugar al Ateneo del Chaco, fauna de artistas, amantes del arte e intelectuales prestos a ofrecer conciertos, muestras de arte, conferencias científicas y tertulias.

 

El Ateneo dona a la ciudad la primera obra de arte que tendrá destino una vereda y a solo efecto estético: “Cabeza de Canto al Sol Calchaquí”, de Luis Perlotti (ubicado en av. Italia 160). El busto de piedra reconstituida fue inaugurado en el invierno de 1942 y se lee en la placa: “El Ateneo del Chaco a la Ciudad de Resistencia”.

 

Promediado el siglo XX, había una frase popular: “En Resistencia está todo por hacer”. Tomaba ínfulas de ciudad el pueblo grande. Llegaba gente para hacer negocios, a construir edificios, a probar suerte; llegaban las orquestas para animar los bailes…

 

Entre esa migración variopinta, recalan dos hermanos rosarinos que fueron el génesis de la aventura escultórica.. Pero ése ya es otro capítulo…

 

Contenidos: Virgina Quirelli

Arte: Brian Ariel Dufek

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Era una colonia hecha de inmigrantes. Pueblo cantón, poblado en 1878 por labradores y artesanos italianos que cruzaron el océano para desembarcar en un monte abierto por una docena de obrajes y con la presencia asidua de clanes aborígenes vagabundos, sitio próximo a las ruinas de la reducción jesuita San Fernando del Río Negro.

 

La mixtura fue en el génesis, paraguayos y correntinos conchabados en la tala de bosques, indios torvos, e italianos arrojados.

 

Resistencia devino capital del Territorio Nacional del Chaco pero no era más que un poblado precario y polvoriento, donde las primeras generaciones vivían trabajando de sol a sol, sostenidos por el sueño del progreso.

 

¿El arte? Un lujo superfluo, inabordable.

 

Pero hay un día de fiesta en la plaza, mañana radiante de mayo de 1910. La población con sus galas puestas, asiste a la inauguración del monumento al general Dónovan.

 

Fue solventada por contribución popular, lo que deduce que debió haber sido un hombre muy querido para que los pobladores auspiciasen su inmortalidad. Gobernador del Territorio del Chaco por dos mandatos consecutivos se dice de Dónovan que “fue el actor primordial de la evolución del Chaco”.

 

Es el primer monumento emplazado en Resistencia. Suenan las marchas de la banda militar, florecen discursos evocadores, se descorre la tela y aparece la robusta estatua de bronce con pedestal de granito en la plaza, que fuera por primera vez hermoseada durante su gestión progresista.

 

Una década transcurre cuando se emplaza otro gran monumento: La Loba. Nuevamente por iniciativa y costeo de vecinos, esta vez, apellidos de la Asociación Italiana de Socorros Mutuos. El proyecto y la construcción, iniciada en 1920, estuvo a cargo de un proactivo socio de la Asociación, Pedro Fiaccadori.

 

La loba romana -un símbolo nato de fundación, de origen-, viene a reafirmar la llegada de italianos que forjaron la ciudad. Al igual que el monolito inaugurado en 1928 a orillas del río Negro, a la altura de donde desembarcaron los friulanos, al conmemorarse los 50 años del arribo.

 

La estatua de Dónovan, el monumento de la loba y el monolito, celebraban la civilización, en tanto la colosal estatua del indio de Crisanto Domínguez hará justicia con el auténtico “ciudadano” de estas tierras (aunque tuvo vida censurada y efímera).

 

El “Antinoó Toba” como lo epitetó Guido Miranda, fue emplazado en 1938/39 en el parterre de la avenida 9 de Julio al 450. En su desnudez monumental, exponía flagrante sexo. Fue amputado primero sus genitales y al poco tiempo retirado y abandonado en inmediaciones del Lote 200, actual Parque 2 de Febrero donde sobrevivía un cementerio toba, constituyéndose el hecho en la primera censura de una obra de arte.

 

No pueden soslayarse en esta línea de tiempo las placas de bronce realizadas para el basamento del mástil central donde inicia la avenida 9 de Julio. La obra del bonaerense Julio César Vergottini, fue fundida en el taller del inmigrante Aldo Agazzani, expresando en síntesis visual la historia del Chaco hasta ese presente de 1937: indígenas, inmigración, explotación forestal y algodón.

 

Cuando el resistenciano, comienza a cosechar los frutos del trabajo, puede, por primera vez, levantar la vista, mirar la luna llena en la noche tensa de estrellas y escribir un poema; puede en suma, abocarse a los placeres del espíritu. Así es como surge el grupo informal y bohemio “La Peña de los bagres” que dará lugar al Ateneo del Chaco, fauna de artistas, amantes del arte e intelectuales prestos a ofrecer conciertos, muestras de arte, conferencias científicas y tertulias.

 

El Ateneo dona a la ciudad la primera obra de arte que tendrá destino una vereda y a solo efecto estético: “Cabeza de Canto al Sol Calchaquí”, de Luis Perlotti (ubicado en av. Italia 160). El busto de piedra reconstituida fue inaugurado en el invierno de 1942 y se lee en la placa: “El Ateneo del Chaco a la Ciudad de Resistencia”.

 

Promediado el siglo XX, había una frase popular: “En Resistencia está todo por hacer”. Tomaba ínfulas de ciudad el pueblo grande. Llegaba gente para hacer negocios, a construir edificios, a probar suerte; llegaban las orquestas para animar los bailes…

 

Entre esa migración variopinta, recalan dos hermanos rosarinos que fueron el génesis de la aventura escultórica.. Pero ése ya es otro capítulo…

 

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Arte: Brian Ariel Dufek

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