22 de Diciembre, 2021 | Capítulo 6
Por Marcelo Nieto
Dice el kibalyon que, lo que está arriba, está abajo. Esta ley del hermetismo podemos aplicar a la plaza 25 de mayo: lo que es afuera, la ciudad andamiada de esculturas, es adentro de las 4 hectáreas de la plaza: un museo a cielo abierto.
Paseándola, caminando por ella, se cae en cuenta que repite el esquema de la ciudad de las esculturas: la plaza 25 de mayo es un museo al aire libre. Y cuántas obras diversas que marcan homenajes, rememoran hitos, eternizan nombres, cuentan historias, ofrecen belleza, contemplación y reflexión. Y relatan en cada mojón, una página de la historia de una ciudad.
Y eso es posible porque la plaza no blindó su espacio, no se definió estática, sino que acogió obras y transformaciones estéticas a la medida de los tiempos y probablemente, en la prodigalidad de su terreno lo seguirá haciendo en tanto demande el imperio del presente y el arte.
La plaza 25 de Mayo cobija esculturas que son, diríase, clásicos de la ciudad de Resistencia: algunas exhuman la aristocracia de la antigüedad, como la Loba romana; otras rememoran acontecimientos sentidos para los chaqueños como el Homenaje a los caídos en Malvinas; conviven bustos, cabezas y estatuas de personas cuyas vidas y ejemplos son la esperanza de la humanidad como la de Beethoven, la de Paula Albarracín o la figura de Dónovan; otras simplemente, son una muestra de la belleza –en el sentido neoclásico-, como El Cazador o la Doncella del agua; los murales se asientan con aplomo, son el otro andamiaje artístico que le da personalidad a la plaza: Fabriciano, Monsegur, Bonomi, introducen paredones artísticos que se camuflan en la profusa vegetación.
El arte escultórico y muralístico en el marco inigualable de la naturaleza -nuestra plaza es también un parque botánico-, resultan un contraste fluido y peculiar que, aunque no lo percibamos fuertemente, pues la tenemos a nuestra plaza internalizada, está muy visible.
Contenidos: Virgina Quirelli
Arte: Brian Ariel Dufek
22 de Diciembre, 2021 | Capítulo 6
Por Marcelo Nieto
Dice el kibalyon que, lo que está arriba, está abajo. Esta ley del hermetismo podemos aplicar a la plaza 25 de mayo: lo que es afuera, la ciudad andamiada de esculturas, es adentro de las 4 hectáreas de la plaza: un museo a cielo abierto.
Paseándola, caminando por ella, se cae en cuenta que repite el esquema de la ciudad de las esculturas: la plaza 25 de mayo es un museo al aire libre. Y cuántas obras diversas que marcan homenajes, rememoran hitos, eternizan nombres, cuentan historias, ofrecen belleza, contemplación y reflexión. Y relatan en cada mojón, una página de la historia de una ciudad.
Y eso es posible porque la plaza no blindó su espacio, no se definió estática, sino que acogió obras y transformaciones estéticas a la medida de los tiempos y probablemente, en la prodigalidad de su terreno lo seguirá haciendo en tanto demande el imperio del presente y el arte.
La plaza 25 de Mayo cobija esculturas que son, diríase, clásicos de la ciudad de Resistencia: algunas exhuman la aristocracia de la antigüedad, como la Loba romana; otras rememoran acontecimientos sentidos para los chaqueños como el Homenaje a los caídos en Malvinas; conviven bustos, cabezas y estatuas de personas cuyas vidas y ejemplos son la esperanza de la humanidad como la de Beethoven, la de Paula Albarracín o la figura de Dónovan; otras simplemente, son una muestra de la belleza –en el sentido neoclásico-, como El Cazador o la Doncella del agua; los murales se asientan con aplomo, son el otro andamiaje artístico que le da personalidad a la plaza: Fabriciano, Monsegur, Bonomi, introducen paredones artísticos que se camuflan en la profusa vegetación.
El arte escultórico y muralístico en el marco inigualable de la naturaleza -nuestra plaza es también un parque botánico-, resultan un contraste fluido y peculiar que, aunque no lo percibamos fuertemente, pues la tenemos a nuestra plaza internalizada, está muy visible.
Contenidos: Virgina Quirelli
Arte: Brian Ariel Dufek