Devenir de un banco de plaza

28 de Abril, 2022 | Capítulo 22

Por Marcelo Nieto

Allí está el banco de la plaza. Un ícono de la escultórica resistenciana. Una foto inevitable del visitante. Una postal original. Un símbolo. Una obra esdrújula, ingeniosa, en un margen donde sigue cumpliendo la función de ser un banco de plaza para sentarse, pero que definitivamente, no es sólo eso.

 

Dos tajos oblicuos en el volumen cilíndrico para encastrarlo con perfección a un banco de la plaza. Esa fue la obra que propuso el chileno israelí Daniel Peralta durante el concurso de escultura del año 1991.

El banco de la plaza, una pieza singular.

Hoy, pasados algunos años, es un mojón inevitable en el circuito escultórico de la ciudad sellando el recuerdo de que en esa plaza y por muchos años, tuvieron lugar los concursos de escultura. La obra es un testimonio y también una bisagra ya que su aparición motivó un debate ciudadano de envergadura sobre la legitimidad de la obra de arte.

 

Era el invierno de 1991 y en la plaza transcurría la Primera Trienal Internacional de Escultura. Entre los artistas convocados para esa edición, estaba el chileno-israelí Daniel Peralta.

 

El concursante se tomó su tiempo. Observó, midió, tuvo la visión y a última hora, con dos cortes oblicuos encastró el volumen cilíndrico en uno de los bancos de la plaza, el que estaba cerca de su box.

 

Esa fue la obra que causó unos verdaderos revuelos en el público (profanos y entendidos). Una “saludable polémica” que demostraba cómo el ciudadano se implicaba en el proceso creativo de la obra de arte, en el hacer artístico. Los medios de prensa amplificaron el debate y las cartas de lectores y las notas firmadas dieron fuerza y sentido a la obra más popular de aquella trienal.

 

¿Era una obra de arte? ¿Así de fácil se hacía una escultura? (en tanto alrededor, los escultores participantes, tenaces, por horas tallaban transformando lentamente, con sudor de por medio, la madera de urunday); ¿Puede un banco de plaza y un tronco tosco encastrado al utilitario elevarse a la categoría de arte?

 

El decano periodista Víctor Del Val se preguntaba: “… Esta escultura nos condena a innumerables generaciones de chaqueños a rascarnos la cabeza tratando de definir qué significa cuando tropezamos con ella… ¿estaremos tan atrasados culturalmente que no alcanzamos a entender?”.

 

La escultura en concurso tuvo una contrariedad insalvable: fue descalificada ya que no se ajustó al reglamento. El material “extra” utilizado (el banco), no estaba permitido.

 

Descalificada o no, “Intitulada” se consideró “una obra”, tomándose la decisión de dejarla en la plaza.

 

Marcelo Sánchez definió en una nota periodística en el diario Clarín qué representa esa escultura y este escribiente se suma a ella: “Un tronco durmiendo la siesta en un banco de la plaza disputándole protagonismo a las estatuas”.

 

A la manera juguetona de aquella Peña de los Bagres, o de los fogoneros, un grupo de personas reunidas en la red social Facebook con el nombre de Ñeriland realizó el martes 12 de julio de 2011, un acto de reivindicación a la escultura “Intitulada” declarándola “Escultura Ñeri”.

Evento ciudadano que reivindicó la obra de Daniel.

Los medios se hicieron eco de la convocatoria espontánea, no faltaron artistas, profesionales, investigadores universitarios y los ocasionales viandantes de la plaza. El periodista Marcelo Tissembaun, maestro de ceremonias, leyó las glosas que reconocían a la obra como símbolo de la ciudad. Hubo palabras alusivas al hecho artístico, recuerdos de alguna anécdota, se colocó un pedestal efímero con el flamante título otorgado y hubo convite de mate cocido y torta frita.

 

En el acto, se recibieron noticias del autor, Daniel Peralta. “Daniel (en ese momento) está internado hace 8 años con el mal de Alzheimer, su esposa recibió la noticia del homenaje e hizo llegar sus más sinceros saludos”.

 

Contenidos: Virgina Quirelli

Arte: Brian Ariel Dufek

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Allí está el banco de la plaza. Un ícono de la escultórica resistenciana. Una foto inevitable del visitante. Una postal original. Un símbolo. Una obra esdrújula, ingeniosa, en un margen donde sigue cumpliendo la función de ser un banco de plaza para sentarse, pero que definitivamente, no es sólo eso.

 

Dos tajos oblicuos en el volumen cilíndrico para encastrarlo con perfección a un banco de la plaza. Esa fue la obra que propuso el chileno israelí Daniel Peralta durante el concurso de escultura del año 1991.

El banco de la plaza, una pieza singular.

Hoy, pasados algunos años, es un mojón inevitable en el circuito escultórico de la ciudad sellando el recuerdo de que en esa plaza y por muchos años, tuvieron lugar los concursos de escultura. La obra es un testimonio y también una bisagra ya que su aparición motivó un debate ciudadano de envergadura sobre la legitimidad de la obra de arte.

 

Era el invierno de 1991 y en la plaza transcurría la Primera Trienal Internacional de Escultura. Entre los artistas convocados para esa edición, estaba el chileno-israelí Daniel Peralta.

 

El concursante se tomó su tiempo. Observó, midió, tuvo la visión y a última hora, con dos cortes oblicuos encastró el volumen cilíndrico en uno de los bancos de la plaza, el que estaba cerca de su box.

 

Esa fue la obra que causó unos verdaderos revuelos en el público (profanos y entendidos). Una “saludable polémica” que demostraba cómo el ciudadano se implicaba en el proceso creativo de la obra de arte, en el hacer artístico. Los medios de prensa amplificaron el debate y las cartas de lectores y las notas firmadas dieron fuerza y sentido a la obra más popular de aquella trienal.

 

¿Era una obra de arte? ¿Así de fácil se hacía una escultura? (en tanto alrededor, los escultores participantes, tenaces, por horas tallaban transformando lentamente, con sudor de por medio, la madera de urunday); ¿Puede un banco de plaza y un tronco tosco encastrado al utilitario elevarse a la categoría de arte?

 

El decano periodista Víctor Del Val se preguntaba: “… Esta escultura nos condena a innumerables generaciones de chaqueños a rascarnos la cabeza tratando de definir qué significa cuando tropezamos con ella… ¿estaremos tan atrasados culturalmente que no alcanzamos a entender?”.

 

La escultura en concurso tuvo una contrariedad insalvable: fue descalificada ya que no se ajustó al reglamento. El material “extra” utilizado (el banco), no estaba permitido.

 

Descalificada o no, “Intitulada” se consideró “una obra”, tomándose la decisión de dejarla en la plaza.

 

Marcelo Sánchez definió en una nota periodística en el diario Clarín qué representa esa escultura y este escribiente se suma a ella: “Un tronco durmiendo la siesta en un banco de la plaza disputándole protagonismo a las estatuas”.

 

A la manera juguetona de aquella Peña de los Bagres, o de los fogoneros, un grupo de personas reunidas en la red social Facebook con el nombre de Ñeriland realizó el martes 12 de julio de 2011, un acto de reivindicación a la escultura “Intitulada” declarándola “Escultura Ñeri”.

Evento ciudadano que reivindicó la obra de Daniel.

Los medios se hicieron eco de la convocatoria espontánea, no faltaron artistas, profesionales, investigadores universitarios y los ocasionales viandantes de la plaza. El periodista Marcelo Tissembaun, maestro de ceremonias, leyó las glosas que reconocían a la obra como símbolo de la ciudad. Hubo palabras alusivas al hecho artístico, recuerdos de alguna anécdota, se colocó un pedestal efímero con el flamante título otorgado y hubo convite de mate cocido y torta frita.

 

En el acto, se recibieron noticias del autor, Daniel Peralta. “Daniel (en ese momento) está internado hace 8 años con el mal de Alzheimer, su esposa recibió la noticia del homenaje e hizo llegar sus más sinceros saludos”.

 

Contenidos: Virgina Quirelli

Arte: Brian Ariel Dufek

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